sábado, 13 de julio de 2013

SIMPLEMENTE, DON ÁLVARO ARBELOA

Hacía tiempo que quería glosar la figura de este gran tipo. No voy a entrar a valorar las virtudes o defectos del Arbeloa futbolista. No. Voy a intentar acercarme y a describir al Arbeloa persona y merecedor de la capitanía del Madrid.

En el fútbol como en la vida hay gente que merece mucho la pena y gente que no la merece nada. Entre los primeros se halla, Don Álvaro Arbeloa, sí, con el Don por delante, porque es todo un señor, un caballero, un hombre íntegro que se viste por los pies.

Es un hecho palmario y evidente, que su enfrentamiento con Casillas, ha dejado a las claras cómo es uno y cómo es otro. Quién es uno y quién es otro. Casillas, es de los de sonrisa fácil, de los de las palmaditas en la espalda, de los políticamente correctos, de los que andan en misa y repicando, de los que ponen una vela a Dios y otra al Diablo. Todo esto se puede traducir en ambigüedad, hipocresía, falsedad, traición y cobardía…Un tipo opaco, pérfido, nada transparente, de los que no mira a los ojos…

Arbeloa, por el contrario, no es de sonrisa fácil, es serio, pero va de frente, se le ve venir, no es nada ambiguo, se le entiende perfectamente todo lo que dice y todo lo que hace. Es claro, limpio en su discurso, como el agua cristalina, es diáfano, es transparente, es creíble, en definitiva, es muy honesto en los hechos y en las formas. No tiene amigos periodistas, ni una corte mediática de indeseables que le ampare. Es un tipo callado, esforzado en su trabajo, él sabe que no es un crack, pero sí sabe que juega en el Real Madrid y eso, para él, es todo un privilegio y una bendición. Arbeloa sabe y cree que no está por encima del escudo, que no está por encima del club, es humilde. Es un currante del fútbol. Un chico de la cantera que un día salió del Madrid. Para volver. Y para ello, tuvo que hacer méritos, muchos méritos. En su momento el Madrid le dejó marchar y se buscó la vida, primero en el Dépor, donde se cuajó y luego en el Liverpool, donde destacó, lució y se hizo un nombre internacional. Y entonces, el Madrid le rescató. Tuvo mejores ofertas por las que podía haber rechazado al Madrid, pero aún por menos dinero, prefirió volver a casa. A su casa. Arbeloa ama al Real Madrid. Para él es un premio y una consagración lucir la camiseta del Madrid y defender ese grandioso escudo. Por eso, es disciplinado, comprensivo y justo. Cuando no juega, calla, obedece y no monta numeritos ni murmura a las espaldas de su entrenador, poniéndole a parir, y arrastrando a otros compañeros en sus derivas y lamentos. Tampoco se queja a sus amigos periodistas, sencillamente porque no los tiene. No tiene prensa. Aguanta en silencio. Piensa que ya vendrán tiempos mejores y volverá a jugar.
Arbeloa es amigo de sus amigos, pero no es enemigo de sus compañeros de equipo, ni de los que no son sus amigos de verdad. Si tiene que defender a un compañero o a su entrenador, lo hace a muerte, aunque le vaya la vida en ello. Se pelea con quién haga falta. Es el compañero ideal porque sabes que nunca te fallará y jamás te traicionará. Es objetivo y reflexivo y por eso sabe que es justo. Por eso se enfrenta a quién haya que enfrentarse porque sabe que tiene la verdad de su parte. Discute y rebate con argumentos. Con razones. Su defensa a José Mourinho será recordada siempre por el madridismo fetén, por cómo un chico humilde de club y poco reconocido, sin amigos periodistas, ni prensa afín, dió la cara y la puso literalmente por la de su entrenador, para que se la partieran entre la escoria mediática e incluso, algunos de sus propios compañeros, tanto en el Madrid como en la selección. Su gallardía, dignidad y valor han dejado huella en este club. Humilde como muchos y GRANDE como pocos. Mourinho se partió la cara por el Madrid y se la destrozaron. Arbeloa se la partió por su entrenador y se la han intentado destrozar. Pero no han podido. Ahí sigue. Mal que le pese al “capitán” y a muchos de sus coriáceos y correligionarios.

Para Arbeloa hubiera sido mucho más fácil callarse o incluso haberse puesto de parte de los “asesinos mediáticos” de Mourinho, tal y cómo hizo su compañero Pepe. Nadar a favor de corriente. He ahí la diferencia entre uno y otros. Entre Arbeloa y Pepe. Entre Arbeloa y Ramos. Y entre Arbeloa y el llamado “capitán”. Arbeloa fue a muerte a defender a su entrenador, que estaba siendo injustamente vilipendiado, humillado, insultado, vejado y destrozado. Se puso del lado del que lo merecía. Del débil. Del maltratado. Del justo. Y lo hizo, contra todos. Contra un ejército de juntaletras y plumillas indeseables y contra los traidores de su propio equipo. Estaba en el bando perdedor. Pero ha salido muy fortalecido. Y eso lo sabe el ” capitán” y su séquito, que es una autoridad en el vestuario y el que se salga de los renglones del compañerismo, de la honestidad, del respeto y de la humildad, se las tendrá que ver con él. Es un líder.

En el Madrid, históricamente, han habido muchos capitanes con carisma, liderazgo, respeto, capacidad y sacrificio. Los Di Stéfano, Gento, Pirri, Benito, Amancio, Miguel Ángel, Camacho, Santillana, Juanito, Raúl, han sido gente, símbolos del Madrid y del madridismo, que han merecido esa capitanía y ese liderazgo de sobra. Por méritos y madridismo. Y en esa historia de los capitanes del Madrid jamás hubo ningún capitán que enfrentara a compañeros entre sí, que se enfrentara de manera pública, notoria e injusta a su entrenador, ni que se creyera estar por encima del club. Ni tampoco que no fuera capaz de defender a uno de sus compañeros cuando acudiera a la selección como hizo Casillas con Arbeloa cuando los jugadores del Barcelona la emprendieron contra Arbeloa a embestida limpia. Casillas calló. Y otorgó. Casillas, es con diferencia, el peor capitán de la historia del Madrid. Tenemos la enorme desgracia de tener el capitán que tenemos. El más indigno de la historia del Madrid. Arbeloa, por el contrario, merece de largo ser el capitán del Madrid. Por hechos objetivos, por demostrar con creces, lo que es ejercer la capitanía sin tenerla, “luciéndola” con porte, gallardía, respeto, sensatez, valentía y dignidad. Por eso pedimos a gritos, cientos de miles de madridistas en todo el mundo, que Arbeloa sea capitán del Madrid. Por justicia.

Arbeloa, se merece el reconocimiento del MADRIDISMO AUTÉNTICO, DEL MADRIDISMO DE VERDAD, no por el del “señorío de las pipas”. Se lo merece por méritos propios, por su madridismo a flor de piel, por su inquebrantable honestidad, por su transparencia, por su compañerismo, por sus valores “espartanos” de rectitud e integridad, por su intachable dignidad. Es el reconocimiento, la admiración y el respeto del MADRIDISMO DIGNO, JUSTO Y VERDADERO. Se lo debemos. DON ALVARO ARBELOA, encarna los auténticos valores de ese madridismo eterno e intemporal. No los del “señorío” hueco y vacío que tanto daño ha hecho al Madrid. Ese “señorío de las pipas”, cuyo máximo estandarte y exponente es el señor Casillas.

DON ÁLVARO ARBELOA: en mi nombre y en el de cientos de miles de madridistas, mi consideración, mi respeto y mi admiración. Gracias por ser cómo eres. Nunca cambies.









3 comentarios:

  1. Excelente...Amen Javier...haz descrito al que podria ser el mejor capitan y el peor.. tal cual!

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  2. Desde la distancia y con cierta subjetividad, creo que tienes razón.

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  3. Desde la distancia y con cierta subjetividad, creo que tienes razón.

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